Disminuir el dolor, restaurar y mejorar la calidad de vida del paciente son los principales objetivos planteados en el Programa de Musicoterapia del Servicio de Cirugía Maxilofacial de Virgen del Rocío. Los pacientes adultos con cáncer de cabeza y cuello son los beneficiarios directos de este proyecto. La música se aplica en el proceso previo a la cirugía, en el momento de la anestesia, durante la propia intervención quirúrgica y en el periodo postoperatorio. El tratamiento se aplica en dos sesiones semanales de 50 minutos durante seis meses. Los resultados obtenidos en los primeros dos meses de su aplicación son muy satisfactorios y con gran aceptación entre los pacientes de la Unidad de Oncología de Cabeza y Cuello del hospital, que coordina el Dr. Fernando Manso. Anualmente, más de 100 pacientes con cáncer de cabeza y cuello son atendidos por el Servicio de Cirugía Maxilofacial. Este cáncer representa la quinta neoplasia más frecuente entre la población, afectando a zonas como labios, cavidad oral, faringe, laringe, fosas y senos paranasales, glándulas salivares y tiroides. El diagnóstico de cáncer suele tener efectos devastadores y traumáticos sobre la personalidad del paciente. Todo ello es traducido en estados de confusión e impotencia. Estas son las razones que han justificado la apuesta de la música como terapia. Ana Arroyo y Raquel Alfonso, profesionales de enfermería del centro y musicoterapeutas, ejercen un papel de apoyo psicoterápico muy importante en los pacientes, ayudándolos a estabilizarse emocionalmente tras conocer la presencia del cáncer en su organismo. La música actúa a través del sistema límbico sobre los planos físico, cognitivo, emocionales y sociales. Se trabaja con el ritmo, el timbre y el tono que más adecuado sea a cada uno de los pacientes hospitalizados, así como a los que, una vez reciben el alta médica, precisan continuidad. El Programa de Musicoterapia tiene dos fases. Una primera, denominada de contención, donde se identifican las necesidades y preocupaciones del paciente, se inicia una relación empática con éste para abrir los primeros canales de comunicación, se familiariza al enfermo con su nuevo entorno y se le aporta confianza y seguridad. La segunda fase es de activación. Aquí el musicoterapeuta hace que la persona entienda y sepa manejar las reacciones emocionales tales como la agresividad, los temores o la ansiedad. También se refuerza su autoestima y se le hace saber su papel activo en el proceso de curación y tratamiento. La actividad siempre se realiza de forma totalmente individualizada.